SANTIAGO, R.D. - El
síndico Abel Martínez sustentó su éxito y popularidad en la alcaldía de
Santiago en pie de barro. Surgió sobre la pestilencia de la basura que él mismo
sembró de manera conspirativa para hacer saltar del cargo al alcalde Gilberto
Serulle.
Le sumó, al llegar en
esas condiciones al ayuntamiento, un enemigo del ejercicio público y político,
la arrogancia, la falta de humildad.
Se tornó soberbio,
cerró el Palacio Municipal a las masas, esas que por la basura acumulada
deliberadamente lo subieron al Poder municipal.
Ejerce una pasión
desenfrenada sobre sí mismo. Es una actitud que consiste en adorarse a sí
mismo: sus notas más características son prepotencia, presunción, jactancia,
vanagloria, estar por encima de todos lo que le rodean.
Su sola obra ha sido
recoger la basura que él mismo regó en complicidades, nada más…
Le agregó la
arbitrariedad, el abuso, el atropello permanente a los humildes, documentados
en videos y acciones que marcan un antes y un después.
Hoy, su conducta le
cobra factura, no mediática, sino real, marcada en el descenso que fijan los
números de las encuestas.
Todo, después que
salieron al ruedo los candidatos Gilberto Serulle y Ulises Rodríguez.
Gilberto Serulle por
el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que es la contraparte, es el poder
de la humildad.
Hizo un gobierno
municipal participativo, incluyente, con un alto contenido social y de obras
vitales en diferentes renglones.
Las encuestas y los
sondeos empiezan a reflejar una realidad, y es que Gilberto ha logrado
convertirse en el candidato de los pobres y las fuerzas progresistas que ven en
él al visionario constructor y al humano y solidario que desarrolló una gran
obra física y social, sin cometer abusos ni atropellos contra humildes
santiagueros.
Ulises Rodríguez,
legislador, de la mano del PRM, principal partido de oposición, con números muy
buenos en aceptación, se convierte en un dolor de cabeza para el síndico
actual, que baja y baja en el favor de las masas por sus atropellos y violencia
contra los humildes.
En definitiva,
Santiago va trazando rumbo al ritmo de
no querer ciudad limpia a expensas de violencia, atropellos y exclusión
social.
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