Por José L. Tavárez Henríquez
En el año 2010, previo a las elecciones nacionales, escribí un artículo en el cual criticaba la gestión municipal de Santiago de los Caballeros, por propiciar una política en la que priorizaba las acciones clientelares en detrimento de otras acciones que entendíamos más necesaria. En la ocasión decíamos: “La actual administración edilicia de Santiago nos ha convencido de que un buen ayuntamiento es aquel donde se da prioridad a la construcción de aceras y contenes, edificar iglesias, hacer escuelas y repartir ayudas entre personas necesitadas”.
Por aquellos días creíamos, como creemos hoy, que había formas más apropiadas de conducir el cabildo local, por lo que nos animamos a presentar algunas propuestas sobre aspectos esenciales relacionados con el manejo de la ciudad Corazón. La propuesta en cuestión ha sido reiterada a las siguientes autoridades del municipio, que han hecho poco caso a la misma, aunque debo reconocer que el pasado alcalde hizo tímidos esfuerzo por poner un poco de orden en el caos que recibió.
Ahora que asumen la conducción de los asuntos municipales dos personas jóvenes, Ulises y Mariana, de cuya entereza y compromiso no tengo dudas, me atrevo a reiterar las ideas antes planteadas. Escribo con la esperanza de que nuestro Santiago mejore la calidad de vida de sus munícipes, proteja la sostenibilidad ambiental y se convierta en modelo de eficiencia en la prestación de los servicios bajo su responsabilidad. La tarea es difícil, pero no imposible, si hay voluntad. Sin pretender que tenemos el monopolio de la verdad, aquí resumo los puntos esenciales de nuestra propuesta:
1. Regularización del tránsito: Alguien me dirá que ya eso se hace, pero nada está más lejos de la verdad. Nuestro ayuntamiento se limita a la asignación de franjas y la autorización de nuevas rutas, con la agravante de que se trata más de un negocio que de verdadera política para regular este servicio. Creemos, sin embargo, que se puede y se debe hacer más; por ejemplo, las siguientes medidas:
a. Reducción del ruido innecesario: El infierno acústico que se vive en las principales arterias vehiculares de nuestra ciudad es resultado de la falta de voluntad para hacer cumplir las regulaciones y la carencia absoluta de acciones educativas y punitivas. A un chofer de carro público, casi siempre con baja escolaridad, no le podemos dejar la reglamentación de cómo prestar el servicio de concho. Hace poco tuve la experiencia con un chofer a quien le llamé la atención por el exceso de bocina y me respondió diciendo: Si un día mi carro no tuviera bocina, no saldría a conchar. El daño a la salud física y mental que provoca todo este ruido amerita que se tomen medidas radicales, si fueran necesarias. Si alguien quiere comprobar lo que digo, deténgase 5 minutos a limpiar los zapatos en la calle El Sol con San Luis. He llegado a contar más de 50 bocinazos en un minuto.
b. Reducir la contaminación por escapes tóxicos: El deterioro con que se permite operar a los vehículos del concho han convertido en irrespirable el aire de la ciudad. Bajo el consabido alegato de que son padres de familia se permite el tránsito de vehículos destartalados por fuera y por dentro. Exigir mejores condiciones para permitir la operación de este medio de transporte es algo que está dentro de las facultades del ayuntamiento, pero que se hace de la vista gorda por puro populismo y clientelismo político.
c. Mejorar los carros del transporte urbano: Es posible crear, con los mismos choferes y rutas, una flota que contribuya a hermosear la ciudad y sanear el ambiente, con un poco de imaginación y buena voluntad, el ayuntamiento puede ser un modelo para la gestión del transporte urbano, financiando las reparaciones y luego exigiendo condiciones adecuadas para operar el servicio de concho.
2. Recuperación de los espacios públicos y de las áreas verdes: Las autoridades edilicias han permitido que nuestra ciudad se convierta en un gran mercado sin orden ni reglas para su funcionamiento. Si a alguien se le ocurre poner una carretilla o carreta en plena calle, se le debe permitir, bajo el entendido de que se trata de un padre de familia. Así, el “padrefamilismo” se ha apoderado de Santiago, convirtiendo en un caos el movimiento peatonal y las demás actividades de los ciudadanos. Ante esto se debe pensar en soluciones sencillas y prácticas tales como:
a. Reubicar a los buhoneros y otros vendedores ambulantes en lugares estratégicos de la ciudad donde no entorpezcan el normal desenvolvimiento de los demás munícipes. A manera de ejemplo pienso en un vendedor de empanadas que se ubica en la San Luis con Sol. Este señor está ocupando alrededor de un metro de la calle para ofrecer sus servicios, impidiendo que puedan pasar dos vehículos de forma simultánea, con el consiguiente congestionamiento, gasto adicional de combustible, mayor contaminación, etc. Con solo rediseñar la meseta que utiliza ya se mejoraría el tránsito por ese lugar.
b. Nada justifica el uso de las áreas verdes de la ciudad en otra cosa que no sea servir de ornato y de pulmón para aliviar la contaminación propia del medio urbano. En ese sentido, el ayuntamiento no debe conceder permisos para operar negocios y recuperar los espacios que estén siendo ocupados. A manera de ejemplo, hace un tiempo se inició la retirada de negocios y viviendas en la franja de la Circunvalación, frente a Nibaje, pero no se concluyó. Allí siguen talleres, sindicatos de choferes y gente contaminando el río Yaque, en cuya ribera se ha permitido este asentamiento ilegal. Lo mismo viene ocurriendo con dominicanos y haitianos que se han apoderado de las reatas donde destruyen el área verde e instalan sus ventas ambulantes.
c. Estamos llenos de chatarras o permitimos la operación de talleres y otros tipos de negocios altamente contaminantes en plena vía pública. Otra vez se alega la cuestión del padre de familia, ignorando que el vecino, también padre, no puede descansar y corre el riesgo de que sus hijos e hijas se enfermen por la contaminación con plomo y otros agentes contaminantes.
3. Recolección de la basura: Por desgracia, este problema ha sido tratado más como un negocio o un asunto político que como un servicio comunitario. Hemos invertido sumas multimillonarias en compra de equipos y en el pago a las compañías recolectoras, solo para ver cómo Santiago sigue teniendo basura por doquier, aunque debemos admitir que mejoró en la pasada gestión edilicia. La razón de esta situación está en la falta de educación ciudadana y la forma desorganizada en que se presta el servicio. Poco avanzaremos en la higienización de nuestra ciudad si tenemos medio millón de personas tirando basura y solo mil para recogerla. En las ciudades más limpias del mundo el camión pasa una o dos veces por semana, pero a nadie se le ocurre sacar su basura cuando no corresponde. Conviene que la gente sepa el día y la hora en que va a pasar el camión recolector y se les instruya sobre el momento de sacar la basura. Eso se logra con información oportuna y educación ciudadana, para lo cual se reserva un 1 % del presupuesto edilicio, según una iniciativa introducida por la doctora Magda Rodríguez, cuando fue regidora.
El tránsito, la recuperación y cuidado de los espacios públicos, el manejo de la basura son aspectos fundamentales para la ciudadanía. Más allá de eso, todo lo que se pueda hacer por el embellecimiento de la ciudad, la seguridad ciudadana y las mejoras en la fluidez del tránsito representa un plus que los santiagueros tendremos en alta estima. Nos ponemos a la orden de las nuevas autoridades de la Alcaldía de Santiago, por si en algo podemos ayudar, con el único interés de servir a nuestro municipio.