lunes, 24 de septiembre de 2018
CURIOSO: ¿Qué es ser inteligente?
ESTADOS UNIDOS. Calificar a una persona de “inteligente” sin entender todo lo que implica este adjetivo es una práctica común. Tanto, que por años la idea confusa de que el número obtenido en el test de cociente intelectual va estrechamente relacionado con la inteligencia, ha llevado a dividir la sociedad en dos: los inteligentes y los no tanto.
Para el doctor Mario Alonso Puig, formado en la Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts en Estados Unidos) en el campo de la inteligencia humana, “esto es un error”.
El especialista opina que, desde que fue creada esta prueba para medir la inteligencia en 1912 hasta ahora, el concepto ha evolucionado y hablar de un solo tipo de inteligencia resulta insostenible, según la teoría de las inteligencias múltiples, desarrollada por el investigador y profesor de Harvard, Howard Earl Gardner (Scranton, Pensilvania, Estados Unidos, 1943).
El consultor en educación de las Naciones Unidas para Colombia, Julián de Zubiría asegura a Efe que “es muy impertinente evaluar el coeficiente intelectual hoy, porque fue elaborado a partir de los conceptos de inteligencia que se tenían un siglo atrás. En consecuencia, no incluye ni la inteligencia socioafectiva ni la práxica”.
Inteligencia: siete versiones
La inteligencia es una capacidad, así la define la Real Academia Española, pero los especialistas coinciden en que requiere de la integración de ciertas habilidades cerebrales y mentales que permiten ver con profundidad, anchura y perspectiva.
“Es aquello que permite ir más allá de lo aparente, conectar lo que parece inconexo y encontrar una perspectiva muy distinta de las cosas”, explica Puig a Efe.
Dicho de esta manera, la inteligencia sigue pareciendo un proceso netamente cognitivo, sin embargo, es todo lo contrario. Estudios recientes del investigador Howard Gardner, han demostrado que la habilidad de resolver complejos problemas lógicos-matemáticos responde a un solo tipo de inteligencia denominada “inteligencia lógico-matemática”, pero esta no determina si una persona es inteligente o no.
Por este motivo, Gardner que está en posesión del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, acuña siete versiones más de la inteligencia: la lingüística, la espacial, la musical, la corporal y cinestésica, la naturalista, la intrapersonal y la interpersonal.
Las últimas dos, en conjunto, son la base de lo que hoy se conoce como inteligencia emocional y que, según afirma el doctor Puig, “son fundamentales para alcanzar el éxito en diversos ámbitos de la vida”.
En el entorno educativo, Zubiría ve conveniente resaltar dos tipos de inteligencias: la social y la comunicativa.
“Son inteligencias diferentes y tener una no garantiza la otra. De allí, que todos conozcamos individuos muy inteligentes para analizar y pensar, pero que parece que hubieran aprendido a relacionarse en un cuadrilátero de boxeo. También encontramos individuos muy brillantes en el análisis, pero con gran dificultad para llevar sus ideas a la práctica”, enfatiza Zubiría.
El consultor de la ONU también hace hincapié en la inteligencia sensible-afectiva o inteligencia emocional, que consiste en la compresión y gestión de las emociones propias (inteligencia intrapersonal) y las de los demás (interpersonal).
“La inteligencia emocional es como el aceite de un motor, si las piezas son muy buenas, pero no están lubricadas se acaban rompiendo. Si una persona tiene una gran inteligencia lógica-matemática, una gran inteligencia espacial o una gran inteligencia musical, pero es incapaz de entender sus estados emocionales o de relacionarse con los demás de una forma afectiva, agradable y constructiva, ese talento matemático, espacial o musical no va a tener mucho alcance, porque nadie llega a tener éxito solo”, remacha el doctor Puig.
¿Cómo se puede ser inteligente emocionalmente?
Para este experto, el ser humano debe tener algo que denomina como un “espíritu curioso”, que no es más que ese interés por conocer aquello que se sale de lo corriente, tener capacidad de asombro y entender la importancia que tienen las emociones en la toma de decisiones.
“Cuando una persona llega al punto que yo llamo ‘insatisfacción inspiradora’ adquiere la humildad necesaria para conocerse a sí mismo y a los demás”, puntualiza.
Según Puig, esta capacidad de conocer y gestionar los sentimientos está muy relacionada con el éxito, aunque cada individuo tenga una visión distinta de lo que es.
“Aproximadamente el 80 % de las personas exitosas tienen una relación clave con la inteligencia emocional”, indica Puig.
Para muchos el éxito consiste en ser feliz y es muy importante no confundir el concepto de inteligencia emocional con la felicidad, ya que, en palabras del especialista, “la inteligencia emocional no es más que un puente para llegar a la felicidad”.
“Hay una confusión muy grande que parte del lenguaje: tendemos a pensar que el bienestar subjetivo -que es aquello que colma los sentidos- es lo mismo que la felicidad, -que es lo que colma el corazón”, expone Puig, mientras explica que se trata de dos espacios radicalmente distintos, debido a que el bienestar subjetivo es propio de lo material, y la felicidad no depende de las circunstancias externas, sino de cómo se encuentre la persona internamente.
Desde su punto de vista, para profundizar en el conocimiento de la felicidad hay que “avanzar en la gestión de la propia mente y eso parte del desarrollo de la inteligencia intrapersonal y de la interpersonal”.
Para Zubiría, “dado que las inteligencias son diversas, todos podemos ser inteligentes, aunque de diferentes maneras. Y la única forma de evaluar la inteligencia de una persona es viéndola como actúa en la vida. Son más inteligentes los que configuran y transforman el medio en el que viven, los que inciden en las maneras de pensar, sentir y actuar de la población con la que conviven”.
El papel de las escuelas
Según Puig, entre el 60% y el 90% de las consultas médicas en el mundo occidental son debidas a la tensión emocional excesiva y “es por ello que metodologías como el “mindfulness” son tan exitosas, pues enseñan a manejar el estrés y sus efectos son tan positivos que, indudablemente, tienen un impacto inmediato en la salud”.
Según el experto, la práctica de estos ejercicios de autogestión emocional además incide en la eficiencia de una persona, ya que, al alcanzar un estado de serenidad permite que la creatividad, la capacidad de aprendizaje y la toma de decisiones fluyan sin dificultades.
“Hay que entender que el fin de la educación no es el de transmitir informaciones, sino el de detectar y desarrollar potencialidades. Por eso, la escuela tradicional tiende a esconder el talento de los niños. Pero en nuevas escuelas, focalizadas en el desarrollo, el talento brota. Y si la escuela respeta la diversidad, florecerán talentos diversos”, agrega Julián de Zubiría.
Sobre el talento, Puig señala que “normalmente lo que se te da bien es lo que te gusta” y por esta razón las personas no están conscientes de que tienen un talento. Por lo que la figura del profesor, en el ámbito escolar, y la de los padres, en el familiar, es de suma importancia para que los niños descubran sus potenciales y desarrollen su autoestima.
“La mejor enseñanza es el ejemplo, entonces esto tiene que empezar por los propios padres. Si están diciendo a sus hijos que tienen que autogestionarse, pero ellos no hacen nada, a los hijos los que les va a quedar es la falta de ejemplaridad. No hay una figura tan importante en el medio escolar como la figura del profesor. Un profesor que no quiera a los niños y no tenga interés en ayudarlos a florecer, es un profesor que va a tener muy poco alcance en la vida de esa persona”, añade Puig.
La inteligencia emocional transforma sociedades
Zubiría asegura que si las personas recibieran orientación para gestionar sus emociones “viviríamos en una mejor sociedad, una sociedad que favorece la empatía, la tolerancia y el respeto a la diferencia, una que trabaja mejor en equipo, es más asertiva y se cohesiona más”.
Según Puig, una educación emocional adecuada se resumiría a nivel medible “en un aumento de la prosperidad de las familias, las empresas y los países. Mejoraría la economía de una manera radical”.
Este experto asegura que los conflictos se reducirían radicalmente, y pasarían de ser destructivos a constructivos, también se notaría un aumento de la creatividad “porque las personas que están contentas, que están ilusionadas y seguras, participan mucho más en los proyectos. Son más emprendedoras”, explica Puig.
Algo tan grave como la violencia física, verbal y mental disminuiría y se vería un impacto inmediato en la salud “sobre todo en problemas mentales como la ansiedad y la depresión”, indica el doctor.
De ahí que, en algunas instituciones educativas de países como Estados Unidos, Australia y Canadá, ya se aplican en las aulas de clase la técnica de la atención plena” o “mindfulness”, e incluso estén estudiando incluirla como una materia formal, gracias al extraordinario impacto que tiene la inteligencia emocional en la sociedad.
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