Por C.J. BARRO
SANTIAGO R.D. - Es evidente que los postulantes en la antigua Grecia se sumergían en un mar de conceptos e ideas encontradas y en una especie de burbuja, donde hacían abstracción de situaciones que en esa época como hoy eran apremiantes y urgían de acciones y soluciones.
Platón y Socrates, con la sobriedad que les era característica, hacían aportes inequívocos a la filosofía, mientras Diogenes con sus excentricidades ponía sobre el tapete la contradicción entre los conceptos "puros" y realidades tabúes en la época.
Los políticos dominicanos tienen comportamientos similares, guardando la distancia de la época y amueblamiento cerebral con esos notables personajes de la historia.
Los gobernantes, sumergidos en una burbuja, presentan números fríos y maquillados y dibujan en retóricas novelescas el País de las Maravillas.
Los opositores tienen diversidad de discursos que revisten de incoherencia su accionar, atomizando sus fuerzas, y alejando con ello la posibilidad de articular una propuesta creíble y con posibilidades de éxito.
El espejismo que presentan los gobernantes es tan repetitivo que logra confundir sus opositores, que agobiados por la sed en pleno desierto creen ver un oasis de encantadoras aguas.
Haciendo un paralelismo entre ambas épocas veremos mucha similitud en el proceder de ambos, con la diferencia que la conceptualizacion de Platón, Socrates y Diogenes era propio de mentes brillantes y en los políticos dominicanos brilla el repentismo y la ausencia de fundamentos y raciocinio.
Pero aún en esa nebulosa que cubre el panorama político nacional, es de justicia señalar que los gobernantes parecen ser guiados por una brújula para llevar la nave a puerto firme, mientras los opositores desprovistos de una brújula y con 5 capitanes a bordo no acertan en definir la ruta marítima que ha de conducirles al objetivo.
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